sábado, 19 de abril de 2008

Los libros de Historia mienten

“Peta” Fernández : la Constitución, la Biblia y la PDD

Ya parece ser un hecho que el voto que inclinó la balanza del TC a favor de la declaración de inconstitucionalidad de la PDD, fue el del ex ministro de defensa de Lagos, Sr. Mario Fernández. Siendo voto “concertacionista” dentro del oscuro organismo, el “Peta” echó por tierra un elemento clave la política de salud pública del gobierno, se echó al bolsillo la opinión de millones de chilenas y chilenos, y borró con el codo las resoluciones previas de la corte de apelaciones y la corte suprema respecto del tema.
En La Tercera, se citan declaraciones del “Peta” del año 2002, a propósito del entonces muy controversial tema del divorcio:
“Estoy contra el divorcio, porque la Iglesia está contra el divorcio. No tengo idea de las razones teológicas, yo no soy teólogo. Creo en todo lo que dice el cardenal. El es mi autoridad religiosa”
Bien por él, pero la pregunta es cómo es posible que un señor con este elaborado entramado reflexivo tenga poder para establecer sentencias inapelables sobre temas que afectan a millones de Chilenos.
Más aún, cabe preguntarse si al establecer su voto en temas importantes, lo hace leyendo la Constitución o la biblia, y si se hará asesorar por juristas o por la autoridad eclesial.
A confesión de partes, relevo la prueba de mi comentario. ¿Cuál es la relación entre la santa iglesia católica y nuestro tan floreado Estado Laico?... al parecer nunca se separaron...los libros que hablan del gobierno Liberal - Radical de Domingo Santa María parecen mentir al tenor de los hechos.
Christian Hernández Valenzuela

domingo, 13 de abril de 2008

Dos temas en relación al fallo del Tribunal Constitucional

En relación con el reciente fallo del Tribunal Constitucional que prohíbe la distribución del medicamento Postinor-2 en el sistema público de salud, y más allá de la discusión valórica respecto a las particularidades de la anticoncepción de emergencia, existen dos temas de vital importancia en el ámbito de la Salud Pública que no se han relevado lo suficiente.
Primero, se impugna el uso del levonorgestrel ya que pudiera ser abortivo. En esta lógica, se le exige al fármaco demuestre de manera científica e incuestionable que no produce cierto efecto. Si bien es cierto, como reconocen hasta los más acérrimos detractores de la “píldora”, no existe un solo estudio científico en humanos que determine que sí produce un defecto en la implantación del embrión con la consecuente pérdida de éste, la muy improbable posibilidad fisiopatológica de que así ocurriera nos conduce a su prohibición. ¿Y cuál sería, entonces, el problema a nivel de la salud poblacional de ésta forma de proceder?
Planteadas así las cosas, debiera prohibirse el uso de cualquier medicamento durante el embarazo, así de simple. La ampliamente usada clasificación de la Food and Drug Administration (FDA) de fármacos en el embarazo, se refiere a los fármacos más seguros durante este período, es decir los tipo A, como aquellos cuyos estudios en seres humanos no han demostrado ningún tipo de riesgo para el feto. Como por ejemplo el levonorgestrel. Podrá discutirse que hay pocos estudios en humanos. Podría clasificarse como tipo B, es decir los que están estudiados en animales sin mostrar riesgo fetal, pero no hay estudios en mujeres embarazadas; o las que son riesgosas en animales, pero no se ha demostrado que hagan daño en mujeres. Por lo tanto habría que pedirle al Paracetamol que demuestre en humanos que no provoca pérdidas de embriones por fallas en la implantación. Sabemos que las pudiera producir. Y casi todos los fármacos también pudieran hacerlo.
En la gran mayoría de los países, pero especialmente en Latinoamérica, los fondos para investigación en salud son escasos. Pensemos que con este marco de raciocinio, habría que pedir extensos estudios a todos los fármacos e intervenciones sanitarias, para que demuestren vía medicina basada en la evidencia, no sólo no ser abortivas, si no también: adictivas, mortales, demenciantes, y un largo etcétera de reacciones adversas o no deseadas. Si bien no se ha demostrado que el Paracetamol provoque suicidios, ¿alguien ha demostrado que no los produzca?
El segundo punto se refiere a los alcances del fallo que, según entendemos, es sólo el pronunciamiento de una instancia superior frente a un requerimiento en particular. Si el fallo dictamina la prohibición de distribución del medicamento en el sistema público de salud, y no hay nuevas diligencias, tendremos una situación que institucionaliza la inequidad ya existente.
La protección del derecho a la vida, uno de los pilares en que se basa el fallo, se defiende a ultranza en el sector sanitario que utiliza más de tres cuartos de los chilenos (en general las personas más vulnerables), y se niega a los sectores más acomodados, entendiendo lo irónico de lo resultante.
Es probable que esto no ocurra, debido a gestiones de partidarios y detractores de la “píldora del día después”, sin embargo no deja de llamar la atención el hecho que ante temas tan relevantes como la vida y la libertad, el diseño de nuestra estructura judicial permita dictámenes tan tajantes y aislados. Si, hipotéticamente, un tribunal prohibiera alguna práctica, pensemos en el lobby o la eutanasia, ¿podría hacerlo sólo para las instituciones estatales?
En resumen, quiero plantear que se debe tener mucho cuidado al realizar intervenciones legislativas y/o jurídicas que puedan implicar modificaciones tan profundas en temas sensibles e importantes para el desarrollo de nuestra población.

Jorge Ramírez

LOS PORMENORES DE LA PILDORA


Mucho se ha hablado en este último tiempo acerca del fallo del Tribunal Constitucional en relación a la prohibición de distribuir anticoncepción de emergencia a través del Sistema Público de Salud. La discusión que acapara la mayoría de las opiniones se centra en el dilema infranqueable del origen de la vida y los bandos opositores se “agarran de las mechas” intentando probar que el levonorgestrel es abortivo o que no lo es, cuando aún la mayoría de las personas no tiene idea a que se llama aborto, y es más, estoy segura de que ni siquiera saben como es el proceso de embriogénesis incluidos muchos de los diputados gestores de la iniciativa. Y digo dilema infranqueable, porque aún si los conocimientos estuvieran disponibles éste no es un asunto meramente técnico. La diversidad en creencias y percepciones valóricas es tan amplia como opiniones pueden haber al respecto, por lo que lo lógico es que jamás se llegue a ver la luz en la búsqueda de una verdad que no existe. En una sociedad madura (que por cierto no es el caso de la nuestra) esta controversia se resuelve en forma jurídica llegándose a un consenso en cuanto a qué es lo que se llamará aborto y las condiciones en que éste es permitido o no.

Otra de las grandes banderas de lucha se refiere al tema de la inequidad. El problema es que para quien lo escucha este discurso se centra en frases dichas y redichas y con un claro tinte emocional que ya no conmueve a nadie. Sabemos que estamos en uno de los países menos equitativos del planeta y no es ninguna novedad que los temas de políticas públicas recaigan con mucha más fuerza en los sectores socioeconómicos más bajos. El tema de la píldora pasa a ser la punta del iceberg cuando analizamos de que forma nuestra sociedad protege a sus miembros y da las herramientas necesarias para decidir en forma autónoma. Este tema de la equidad da para largo, por lo que más allá no me voy a meter en esta ocasión.

Donde sí me quiero meter es en la sorprendente capacidad de algunos individuos para creerse dueños de la verdad y ejercer el poder que la misma sociedad les ha otorgado para imponer sus propias creencias y valores. Estos “iluminados” se llenan la boca con la palabra “democracia” pero siguen creyendo que han sido los elegidos para mantener el rebaño en orden. Deciden, sin dar lugar a opiniones, por todos nosotros. Se inmiscuyen en los temas más personales como si manejaran y educaran a sus hijos. Y lo peor es que se contradicen: Los mismos que señalan que un adolescente tiene capacidad de discernir entre lo bueno y lo malo en cuanto a cometer un delito, afirman que este mismo adolescente no está en condiciones para ejercer y decidir sobre su sexualidad. Pensando en este tema es cuando más me siento impotente. Siento que nos faltan el respeto en forma grosera y queda de manifiesto cómo este país sigue estando gobernado por unos pocos. Entonces me da risa cuando algunos nos esforzamos con el temita de la participación ciudadana y a la hora de las decisiones un puñado de abuelos no le pregunta más que a su propia almohada.

Pero no podemos dejar de recoger algo positivo de todo esto. Y yo lo recojo de la chimuchina política. El grupito de diputados que creó este proyecto seguramente sonreía al pensar cómo esta resolución sería un gallito para el gobierno, cómo les harían morder el polvo a todas esas iniciativas “liberales” demostrando otra vez la ineficiencia de la Concertación y como quedarían ellos como los salvadores de la humanidad defensores de la vida. Pero les salió el tiro por la culata. Nunca se imaginaron que las reacciones serían tan catastróficas para ellos mismos. La cantidad de personajes que han salido en defensa de la píldora, las evidencias científicas respaldando una decisión sanitaria, lo inconcebible que resulta que no se pueda dar la pastilla pero sí comprar, han hecho que miembros de sus propias filas se muestren contrarios a la resolución del TC y los han dejado como “chaleco de mono” ante la opinión pública. No por nada ya hay varios que se quieren bajar o que han dicho con una increíble irresponsabilidad de un niño de básica que no habían leído todo el documento y que lo firmaron de buena fe. Flaco favor se hizo la derecha, por no pensar las jugadas, una vez más.