domingo, 13 de abril de 2008

LOS PORMENORES DE LA PILDORA


Mucho se ha hablado en este último tiempo acerca del fallo del Tribunal Constitucional en relación a la prohibición de distribuir anticoncepción de emergencia a través del Sistema Público de Salud. La discusión que acapara la mayoría de las opiniones se centra en el dilema infranqueable del origen de la vida y los bandos opositores se “agarran de las mechas” intentando probar que el levonorgestrel es abortivo o que no lo es, cuando aún la mayoría de las personas no tiene idea a que se llama aborto, y es más, estoy segura de que ni siquiera saben como es el proceso de embriogénesis incluidos muchos de los diputados gestores de la iniciativa. Y digo dilema infranqueable, porque aún si los conocimientos estuvieran disponibles éste no es un asunto meramente técnico. La diversidad en creencias y percepciones valóricas es tan amplia como opiniones pueden haber al respecto, por lo que lo lógico es que jamás se llegue a ver la luz en la búsqueda de una verdad que no existe. En una sociedad madura (que por cierto no es el caso de la nuestra) esta controversia se resuelve en forma jurídica llegándose a un consenso en cuanto a qué es lo que se llamará aborto y las condiciones en que éste es permitido o no.

Otra de las grandes banderas de lucha se refiere al tema de la inequidad. El problema es que para quien lo escucha este discurso se centra en frases dichas y redichas y con un claro tinte emocional que ya no conmueve a nadie. Sabemos que estamos en uno de los países menos equitativos del planeta y no es ninguna novedad que los temas de políticas públicas recaigan con mucha más fuerza en los sectores socioeconómicos más bajos. El tema de la píldora pasa a ser la punta del iceberg cuando analizamos de que forma nuestra sociedad protege a sus miembros y da las herramientas necesarias para decidir en forma autónoma. Este tema de la equidad da para largo, por lo que más allá no me voy a meter en esta ocasión.

Donde sí me quiero meter es en la sorprendente capacidad de algunos individuos para creerse dueños de la verdad y ejercer el poder que la misma sociedad les ha otorgado para imponer sus propias creencias y valores. Estos “iluminados” se llenan la boca con la palabra “democracia” pero siguen creyendo que han sido los elegidos para mantener el rebaño en orden. Deciden, sin dar lugar a opiniones, por todos nosotros. Se inmiscuyen en los temas más personales como si manejaran y educaran a sus hijos. Y lo peor es que se contradicen: Los mismos que señalan que un adolescente tiene capacidad de discernir entre lo bueno y lo malo en cuanto a cometer un delito, afirman que este mismo adolescente no está en condiciones para ejercer y decidir sobre su sexualidad. Pensando en este tema es cuando más me siento impotente. Siento que nos faltan el respeto en forma grosera y queda de manifiesto cómo este país sigue estando gobernado por unos pocos. Entonces me da risa cuando algunos nos esforzamos con el temita de la participación ciudadana y a la hora de las decisiones un puñado de abuelos no le pregunta más que a su propia almohada.

Pero no podemos dejar de recoger algo positivo de todo esto. Y yo lo recojo de la chimuchina política. El grupito de diputados que creó este proyecto seguramente sonreía al pensar cómo esta resolución sería un gallito para el gobierno, cómo les harían morder el polvo a todas esas iniciativas “liberales” demostrando otra vez la ineficiencia de la Concertación y como quedarían ellos como los salvadores de la humanidad defensores de la vida. Pero les salió el tiro por la culata. Nunca se imaginaron que las reacciones serían tan catastróficas para ellos mismos. La cantidad de personajes que han salido en defensa de la píldora, las evidencias científicas respaldando una decisión sanitaria, lo inconcebible que resulta que no se pueda dar la pastilla pero sí comprar, han hecho que miembros de sus propias filas se muestren contrarios a la resolución del TC y los han dejado como “chaleco de mono” ante la opinión pública. No por nada ya hay varios que se quieren bajar o que han dicho con una increíble irresponsabilidad de un niño de básica que no habían leído todo el documento y que lo firmaron de buena fe. Flaco favor se hizo la derecha, por no pensar las jugadas, una vez más.






2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es que la raíz del problema viene dada por un tema más profundo, y esto es, en qué momento considera cada quien que se inicia la vida. Puesto de esta manera, para quien la vida comienza con la fusión de pro-núcleos (o incluso antes), evidentemente la pastilla es abortiva, para quienes comienza con la implantación (o con eventos posteriores), no lo es.

El problema al respecto es cuando arbitrariamente se pretende, a través de fallos como éste, zanjar una materia que ni aún la comunidad científica internacional ha resuelto.

Sin embargo, más allá de cualquiera de estas consideraciones, me parece HORRIBLE el hecho de que un grupúsculo de 9 sujetos se sienta con la autoridad moral de decirle a 16 millones de chilenos qué hacer con su culo.

Francisco Bravo.

mauricio dijo...

Pensé que tendría la oportunidad para debatir contigo, lamentablemente tus palabras me interpretaron en un alto porcentaje. Agregaría ciertos detalles, como por ejemplo la noción de democracia que tienen quienes impulsaron esta iniciativa y , como le señale al t ipo que le postié en este mismo blog, creo que habría que impugnar políticamente al TC si realmente consagra o no la separación del Estado de la Iglesia.

Otra cosa, eres la tercera persona que me recomienda ese autor y ese libro. Un amigo antropólogo me dijo que leerme era leerlo y si el tipo ha ganado dinero como imagino, creo que estoy perdiendo el tiempo. Aún así, ese autor y ese libro me divierten así, como la tarea por cumplir. Probablemente, un día cualquiera, me anime a leerlo y me trague todo lo que te acabo de escribir al respecto.
saludos